Cortes de Tajuña surge al pronto como escalonado, ocupando un rellano a la derecha del río, rodeado por cerros viejos de color gris ceniza a modo de anfiteatro. El pueblo tiene a la entrada una plazuela con el muro del frontón en su mismo centro. Por la ribera del Tajuña sopla el viento con estrépito al chocar contra las ramas de la chopera. El río se cuela lamiendo el cauce de malezas por debajo de los tres ojos de un puente destartalado.
La calle Mayor, cuestuda, como una prolongación de la carretera divide al pueblo en dos. Al acabar la cuesta la calle Mayor se hace más elegante, más señora y más luminosa, mostrando a mano derecha las formas arcaicas del románico del XII en el portalejo de la iglesia, y la augusta severidad de una casona contigua con aspecto más allá que centenario. La calle continúa después hasta perderse al pie del Cerro de las Eras, en cuyo altiplano por el poniente se ventilan con todos los aires las cuatro paredes del camposanto.
La iglesia, se precede de verja para entrar y de una barbacana a modo de pretil que prosigue algunos metros a lo largo de la calle. La puerta de la iglesia se ve adornada con fortísima clavetería y dos picaportes que llaman la atención por sus artísticas formas de hierro elaborado. A cierta distancia, la espadaña de la iglesia y la fachada palaciega del caserón vecino.
Toda esa zona de la vega es muy bonita. Se le dice La Cofradía, y el cerro es La Cerrezuela. Luego está la Peña del Tolmo, donde están las cruces de hierro del Entierro en Semana Santa.
En Cortes de Tajuña celebran, las fiesta de San Roque y de Santa Bárbara, la gloriosa patrona de los artilleros y de los que trabajan en las minas. Para San Roque se da la “caridad” a los que asisten a la fiesta, propios y extraños. La caridad consiste en un cantero de pan, un troncho de chorizo y el vino que sea menester. La antigua caridad venía a ser poco más o menos, sólo que cambiaban el chorizo por una buena loncha del queso de la tierra.En cambio, para Santa Bárbara la cosa es diferente. Como cae en el mes de diciembre, el tiempo no está para fiestas. Tenemos la misa, nuestra procesión y nada más. También se le cantan cosas a la Santa, como era la costumbre de antes:
En Nicomedia Nacisteis,
en medio de los regalos,
y todo lo despreciasteis,
por Jesús, tu esposo amado.
Los montes que rodean a la villa son el de la Puente y la Peña Rubia.
Frente al pretil de la iglesia, se ven los agujeros que dejaron en la pared los proyectiles y las bombas de cuando la guerra. La terrible impresión de aquellos años es una imagen que no se borra en el recuerdo de quienes les tocó pasarlo.
El interior de la iglesia se corresponde con la escasa población que Cortes tuvo siempre. La nave es pequeña. Como más destacable en su interior, el artesonado que la cubre, el presbiterio y el crucero que da lugar, a derecha e izquierda, a sendas capillas con sus correspondientes retablos dedicados a Santa Bárbara y a San Roque, a la Virgen del Rosario y a Cristo en la Cruz; a la última de estas imágenes con indulgencias especiales concedidas por el obispo Ochoa Arenas en el año 1883. Las nueve pinturas sobre tabla del retablo mayor, representan escenas conocidas de la infancia de Cristo, de su Pasión y de su vida pública. El retablo mayor es de marcado estilo renacentista.
El viejo sagrario se adorna con relieves de la Resurrección y con la efigie de Los Santos Apóstoles Pedro y Pablo.
Como nota final, aparte de la interesante Pila Bautismal Románica en sus formas, voluminosa y pesada como la misma piedra de la que está hecha.
Cortes de Tajuña, pueblecito anexionado en la actualidad al municipio de Alcolea del Pinar que le hace el papel de villa madre. Testigo de las primeras mocedades del río Tajuña, se adormece lentamente recostado en su altillo al que vigilan los montes y ofrece pleitesía un hermoso valle, que aguas abajo abre tierras y rocas buscando los ásperos campos de la Alcarria.